EL ROCK NO QUIERE PAGAR IMPUESTOS.
Recientemente se conoció la noticia[1] de que Gene Simmons,
bajista, cantante y cerebro financiero del grupo de hard rock estadounidense Kiss, puso a la venta su impresionante
mansión en la exclusiva zona de Beverly Hills, en el condado de Los Ángeles,
estado de California.
Los medios periodísticos dieron cuenta de que Simmons vendió su mansión de casi 1.500 metros cuadrados por 22 millones de dólares luego de haber invertido más de la mitad de ese valor desde que la adquiriera en 1984. Meses atrás, en agosto de 2020, vendió su casa de montaña, en otra zona exclusiva como Laurel Canyon, en Hollywood Hills, Los Ángeles, por 2,2 millones de dólares.
El fundamento de estas decisiones,
según lo ha expresado Simmons en una entrevista a The Wall Street Journal, son
los altísimos impuestos con que gravan los patrimonios y las rentas de sus
contribuyentes, tanto el condado como el estado señalados.
En efecto, California tiene una
elevada carga tributaria entre impuestos locales, estatales y federales sobre
la renta y sobre el patrimonio.
La decisión de Simmons es la de obtener
un ahorro fiscal importante al trasladarse definitivamente junto a su esposa, la
ex playmate Shannon Tweed, a una finca en Washington, estado en el cual los impuestos locales
o estatales sobre el patrimonio o la renta son mínimos o no existen.
No es el de Simmons el único caso de
un músico de rock que se expresa en contra de los impuestos o que traslada su
residencia con el fin de minimizar su carga tributaria, haciendo uso de una economía
de opción.
Repasemos, sino, un poco de la historia
misma del rock and roll.
El 5 de agosto de 1966, The Beatles publicaba su séptimo álbum “Revolver” en el que se incluía una
canción compuesta y cantada por George Harrison llamada “Taxman” que justamente es la que abre el disco.
Los
primeros versos del tema expresan “Let me
tell you how it will be there's one for you, nineteen for me, ´cause i´m the
taxman, yeah, i´m the taxman, should five per cent appear too small, be thankful
i dont take it all”. La traducción de esos versos sería “Déjame decirte
como será, hay uno para ti y diecinueve para mí, porque soy el recaudador de
impuestos, sí, soy el recaudador de impuestos, si cinco por ciento te parece
poco, agradece que no me quede con todo”.
En
la canción, Harrison claramente expone su opinión de disgusto por el impuesto
sobre la renta inglés, al que considera confiscatorio para la gente
con altos ingresos como el grupo en aquel momento[2].
The
Rolling Stones en
1971, en ocasión de la grabación de su décimo disco “Exile on main Street”, debió exiliarse en Francia para evitar el
pago de impuestos. Mick Jagger se mudó a Paris en tanto Keith Richards se ubicó
en Niza, donde finalmente recaló todo el grupo para grabar aquel disco, que
finalmente vería la luz en 1972. Luego de un par de años, Jagger se mudaría a
Estados Unidos y desde hace casi 40 años que tiene el estatus de británico no
residente, por lo que no paga por sus propiedades registradas fuera del Reino
Unido. Y las que tiene allí, están registradas a nombre de sociedades off
shore.
Cat
Stevens en 1973,
luego de unas vacaciones en Río de Janeiro, fue intimado por el fisco inglés a
ingresar un impuesto de más del 80% de sus ingresos, razón por la cual el
músico decidió hacerle un corte de manga, regresar a Brasil y donar a causas
benéficas de la UNESCO parte de su ahorro fiscal.
Queen tuvo serias discusiones con el fisco
inglés luego de editar su emblemático disco “A
night at the opera” en 1975.
El baterista Roger Taylor explicó esa
situación muy claramente en “Days of our
lives”, aquel aclamado documental de la BBC sobre la trayectoria de Queen, en el que manifestó su disgusto
ante la voracidad del fisco inglés que se quedaba con casi el 90% de sus
ingresos.
Por los altos impuestos en el Reino Unido,
el grupo debió utilizar estudios de grabación en Francia y Suiza, muchos más
baratos y con mejor tecnología, por lo que además los miembros del grupo realizaron inversiones inmobiliarias (como comprar el estudio de grabación que
utilizaban) y también llevaron su dinero personal al sistema bancario
suizo, famoso durante décadas por sus disposiciones sobre secreto financiero
que garantizaba la más absoluta reserva acerca de titulares y beneficiarios de
cuentas bancarias.
David
Bowie fue otro rockstar
disgustado con el alto porcentaje de impuestos señalado por Harrison en
Inglaterra.
Así, en 1976 y por consejo de sus
asesores impositivos ingleses, el Duque Blanco y su esposa, la modelo
estadounidense Ángela Barnett, se mudaron a Suiza con el fin de obtener
residencia en ese país, luego de vivir un cierto tiempo en Estados Unidos
(primero en New York y luego en Los Ángeles) donde tampoco fue bien tratado en
materia impositiva.
Los altos impuestos americanos
terminaron de convencer a Bowie y a
su entorno de abandonar definitivamente el febril y tóxico ritmo de la
ciudad de oro y mudarse a Suiza.
El cantante se instaló en Lausana,
luego de una breve estancia en Blonay, pequeña comunidad a la que no pudo
adaptarse por lo convulsionado de su vida en ese momento (el músico padecía una
severa adicción a la cocaína que provocó inconvenientes en su salud mental).
Con esta decisión, el Duque pasó a
tributar un impuesto sobre la renta equivalente a 1/4 de lo que pagaba en
Inglaterra sobre sus ingresos totales.
La planificación fiscal de los Stones,
Stevens, Queen o Bowie sería luego imitada por artistas como Rod Stewart[3], Led Zeppelin[4],
Rainbow[5],
Whitesnake[6]
o Iron Maiden[7],
entre otros, que establecieron bases de operaciones en países
como Estados Unidos, Alemania, Portugal, Bélgica o Canadá para ensayar,
producir, grabar, registrar o distribuir su música con ciertas ventajas
fiscales.
El argumento para ofrecer a los fiscos
era ya en aquel entonces el de resaltar la naturaleza nómade de los músicos de
rock por su constante vida en la ruta y la dificultad para radicar un centro de
intereses más o menos estable que otorgue estabilidad y rentabilidad para su
arte.
Los sellos discográficos y oficinas de management hicieron
también su parte y comenzaron a brindar facilidades a los artistas de su
catálogo cuando instalaron estudios de grabación y oficinas de representación
en paraísos fiscales como Bahamas, Islas Vírgenes o la Isla de Man, durante los
80.
Un caso particular en aquella década
fue el de Bob Geldof, músico de rock
irlandés que comenzó su carrera en 1975 con su banda The Boomtown Rats y que
saltó luego a la fama en 1982 por protagonizar la película “The Wall” de Pink Floyd.
En 1985 Geldof creó Band Aid Trust, fundación que sería la cara visible de
su obra solidaria de lucha contra la pobreza y el hambre en el continente
africano con los festivales “Live Aid for
Africa”, dos conciertos benéficos realizados en simultaneo en el estadio de
Wembley de Londres y en el estadio John F. Kennedy de Filadelfia con el fin de
recaudar fondos para acciones concretas en Etiopía y Somalia, experiencia que
repetiría veinte años después con los festivales “Live 8”.
Geldof utilizó su nacionalidad irlandesa
para gozar de la exención que tienen los extranjeros residentes en Inglaterra
por sus ingresos provenientes de otros países bajo la fórmula non-dom o de
tributación por residencia. Esos ingresos provenían de empresas que Geldof tenía registradas en Islas
Vírgenes. Con esta mecánica el músico obtuvo importantes beneficios fiscales a
la hora de vender las propiedades y una importante exención en el impuesto a
las sucesiones.
La modalidad utilizada por Geldof es la misma que utilizan desde
hace décadas Mick Jagger y Ringo Star (ex baterista de The Beatles) aunque
éstos no fueron tan criticados por los sectores más radicales. Quizás sea
porque una fría ingeniería fiscal contrasta y resulta chocante con una heroica
imagen solidaria en “San Bob” como lo
llamaban en África y que le valiera el título de “Caballero Comendador de Honor de la Orden del Imperio Británico”,
otorgado en 1986 por la Reina Isabel II.
En la década de los 90 el caso más
relevante fue, quizás, el de U2.
El grupo irlandés tiene su centro de
interés financiero en los Países Bajos, hacia donde canaliza todos sus
ingresos.
Bono, su carismático líder y figura supra
política mundial, se pronunció siempre a favor de los impuestos bajos y la
competencia fiscal entre estados, advirtiendo que la estrategia tributaria
utilizada por el grupo es totalmente lícita.
A pesar de que la estrategia
impositiva de su grupo los lleve a concentrar sus ingresos en otro país que no
es el de su origen, Bono se muestra orgulloso de la política tributaria de
reducción de impuestos que ha llevado a Irlanda a convertirse en uno de los
países con mejores indicadores de desarrollo.
Hasta aquí nuestro breve repaso dio
cuenta de algunas estrategias implementadas por bandas de los 60, 70, 80 y 90
para aminorar su carga tributaria.
En el tercer milenio, la cuestión no
varió demasiado, pero si tomaron estado público algunos casos que no se
trataban de economía de opción sino de evasión tributaria, y que fueron
detectados y sancionados por los fiscos involucrados.
Uno de los últimos y más resonantes
casos fue el del grupo inglés Arctic
Monkeys.
No se trató, en rigor, de un caso único sino de una mecánica de evasión organizada a través de la firma Liberty en la que se detectaron cerca de 1.600 casos de defraudación al fisco del Reino Unido por un total de 1.200 millones de libras esterlinas[8].
La estrategia fiscal adoptada por el
grupo y gestionada por Liberty fue la declaración de enormes cifras de pérdidas
por gastos ficticios relacionados con giras y producción de videoclips, de
manera tal de reducir o eliminar la renta gravable.
El fisco inglés viene observando desde hace más de una década el accionar de firmas como Liberty, Icebreaker o Mercury Tax, especialistas en materia de planificación fiscal y gestión patrimonial.
Pero ¿Qué sucede en estos días con el
rock y los impuestos?
La estrategia más difundida en el
mundo del rock ha sido la de constituir sociedades para gestionar los ingresos
de las carreras artísticas de los músicos a través de la cesión de derechos de
imagen y de publicación, la venta de tickets para conciertos o merchandising.
Uno de los casos más conocidos es el
del grupo inglés Radiohead, que
registra una sociedad de responsabilidad limitada por cada disco para la
gestión de la propiedad intelectual de sus nuevas canciones.
En muchos casos, estas sociedades
funcionan como sellos discográficos con derecho total sobre determinada obra,
en tanto que en otros casos gestionan a través de licencias y el cobro de
royalties.
El modelo de Radiohead se encuentra bajo revisión por parte del fisco británico
ya que se trata de una sociedad para cada proyecto, con escaso capital pero
importantes deudas con la que financian discos, vídeos o giras. Llegado el
caso, si hubiera procesos concursales, se liquidaría la sociedad sin afectar al
patrimonio de las sociedades creadas por otros proyectos.
Este modelo de negocios ha permitido a
los músicos pagar el impuesto sobre la renta no como personas humanas sino como
personas jurídicas o sociedades a una alícuota menor a la que le correspondería
someterse como individuo.
Pero no solo es cuestión de alícuota
sino también de que la ley fiscal inglesa admite mayores deducciones de gastos
en muchos casos.
Otras estrategias utilizadas por
muchos músicos pasan por el aprovechamiento de exenciones fiscales y subsidios
a las industrias artísticas atadas a requisitos de residencia, la deducción de
pérdidas artificiales por gastos soportados por terceros contratantes, el
ocultamiento de ingresos y de patrimonios bajo estructuras contractuales
novedosas, etc.
Como fuere, hoy con los acuerdos y
protocolos de intercambios de información, las fiscalizaciones trasnacionales, los
planes de acción de organismos multilaterales como la OCDE o la ONU, o los
regímenes de información sobre planificaciones fiscales, el margen de evasión
tributaria se ve disminuido y no solo para el rock.
Por todo lo expresado hasta aquí, nos
surgen algunos interrogantes: ¿Está hoy el rock en contra del sistema?
¿Debería estarlo? ¿Acaso no lo necesita para existir?
La discusión va más allá de las posiciones
de izquierda, de centro o de derecha.
Los discursos de romántica rebeldía
relatados en las canciones como manifiestos de compromisos de lucha por causas justas parecen ceder, una vez terminado un
concierto, ante la necesidad de comer, pagar facturas y vivir dignamente.
Al final de cuentas, todo se reduce al
vil metal en el propio bolsillo.
Como fuere hay que reconocer que no pagar impuestos es un negocio… y a
veces, el negocio es bueno[9].
Contador Público Nacional
Especialista en Tributación
[1]
https://www.wsj.com/articles/gene-simmons-selling-los-angeles-mansion-11603381998
[2]
En 1964, Harold Wilson del partido
Laborista asume como Primer Ministro del Reino Unido e implementa una reforma
tributaria en la cual una de sus principales medidas fue la de incrementar
alícuotas en el impuesto sobre la renta, al punto de que quienes ganaban más de
20.000 libras esterlinas debían pagar un impuesto que llegaba al 90%, lo que se
mantuvo durante la década del 70, con algunas modificaciones.
[3]
Rod Stewart se marchó de Inglaterra
a California en 1974, luego de críticas muy severas por parte de músicos como Elton
John o Ian Anderson de Jethro Tull por abandonar Inglaterra debido a la
política fiscal de ese país.
[4]
Es famoso el episodio del concierto
de Earls Court, en 1975, donde Robert Plant se quejó ante sus fans de que en
unas elecciones haya triunfado el Partido Laborista que impulsaba altos
impuestos progresivos.
[5]
Ritchie Blackmore, guitarrista y
alma matter del grupo, se instaló durante un tiempo en Alemania y luego se
radicó en Estados Unidos.
[6]
David Coverdale, cantante y líder de
Whitesnake, mantuvo residencia tanto en Inglaterra como en Estados Unidos
durante varias décadas, aunque recién obtuvo su ciudadanía americana en 2007,
luego de residir por más de veinte años en Lake Tahoe, en Sierra Nevada, muy
cerca del límite entre el estado de Nevada y California, donde el cantante
mantiene su centro de intereses.
[7]
El grupo inglés de heavy metal tiene
en Portugal un gigantesco local de ensayos con estudio de grabación y alquila
un hangar en un aeropuerto cercano para su boing 747-400 denominado Ed Force
One que suele pilotar el propio vocalista de la banda Bruce Dickinson.
[8] Otros famosos involucrados fueron el
cantante ya fallecido George Michael y el actor Michael Caine.
[9] Juego de palabras relacionado con el disco “Killing is my business… and business is good!” del grupo estadounidense de thrash metal Megadeth.
Genial Diego.
ResponderEliminar...y yo a full con ellos, en esa causa...
No estamos a principios de SigloXX, con cargas tributarias promedio, consolidadas, del 20% del PBI. Estamos, en el mundo en general, con niveles superiores al 40%.
Es lo que hay
Comparto totalmente.
EliminarExcelente artículo Diego y gran iniciativa la del blog. Felicitaciones
ResponderEliminarMuchas gracias, estimado Dr.
EliminarBuenísimo Diego. Muy muy interesante.
ResponderEliminarMuchas gracias por su opinión
ResponderEliminar